domingo, septiembre 23, 2012

«El caballo de Turín», de Béla Tarr y László Krasznahorkai

Fragmento




Bernhard: ¿Por qué no fuiste al pueblo? El viento lo ha afectado.

Ohlsdorfer: ¿Cómo fue eso?

Bernhard: Está en ruinas.

Ohlsdorfer: ¿Por qué estaría en ruinas?

Bernhard: Porque todo está en ruinas. Todo ha sido degradado, pero puedo decir que ellos han arruinado y degradado todo. Porque esto no es algún tipo de cataclismo, que cae sobre los humanos. Por el contrario... se trata del propio juicio del hombre, su propio juicio en sí mismo, con, por supuesto, la ayuda de Dios, o me atrevo a decir: con Dios formando parte... o con lo que sea que ha tomado parte... de la más espantosa creación que puedas imaginar, porque como verás, el mundo ha sido degradado. Así que no importa lo que diga... porque todo ha sido degradado por lo que han adquirido. Y como lo han conseguido de una forma deshonesta y artera, lo han degradado todo. Porque sea lo que sea que toquen y ellos lo tocan todo, ellos han degradado. Éste es el camino hasta la victoria final. Hasta el triunfante fin. Adquirir, degradar. Degradar, adquirir. O de forma diferente si quieres: Tocar, degradar y así adquirir, o tocando, adquiriendo y entonces degradando. Ha sido así durante siglos. Y sigue y sigue y sigue. A veces a escondidas o groseramente, a veces discretamente, a veces brutalmente. Pero ha sido así y sigue siendo. así, sólo de una manera, como ratas atacando en una emboscada. Porque para esta perfecta victoria... era esencial que el otro lado... pensase que todo eso es excelente, grande y de alguna manera noble. No debería llevar a ninguna clase de lucha. No debería haber ninguna clase de pelea, sólo la repentina desaparición de un lado, significa la desaparición de la excelencia, lo grande, lo noble. Así que los ganadores son quienes atacan y emboscan las reglas de la tierra, y no hay ningún pequeño recoveco donde uno pueda esconderse de ellos, porque todo lo que ponen sobre sus manos es suyo. Incluso cosas que pensamos que no podemos alcanzar –ellos sí pueden– también son suyas. Porque el cielo ya es suyo y todos nuestros sueños. Suyo es el momento, la naturaleza... el silencio infinito. Hasta la inmortalidad es suya. ¿Me entiendes? ¡Todo, todo está perdido para siempre! Y los nobles, grandes y excelentes personas que se pararon aquí, si puedo decirlo así. Se detuvieron a esta altura, y tuvieron que entender y aceptar que no hay Dios o Dioses. Y el excelente, el grande y el noble tuvo que entender y aceptar esto, desde el principio. Pero, por supuesto, eran bastante incapaces de entender esto. Ellos lo creían y aceptaban pero no lo entendían. Ellos solo se pararon aquí, desconcertados, pero no resignados. Hasta que algo –que despertó en sus cerebros– finalmente los iluminó. Y todos a la vez se dieron cuenta que no hay ni Dios o Dioses. Todos a la vez vieron que no hay ni bien ni mal. ¡Entonces todos vieron y entendieron... que si esto era así, entonces ellos mismos ni siquiera existían! Verás, creo que éste fue... el momento en que podemos decir... que fueron extinguidos, que se quemaron. Extinguidos y quemados... como el fuego que arde en el prado. Uno era un constante perdedor, el otro era un constante ganador. Derrota, victoria, derrota, victoria. Y un día –aquí en esta zona– tuve que darme cuenta, y me di cuenta, que estaba equivocado, estaba realmente equivocado cuando pensé... que nunca hubo... y nunca pudo haber algún cambio aquí en la Tierra. Porque, créeme, ahora sé... que este cambio ya es una realidad.












2011












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